La transición energética no es solo un reto tecnológico: es la transformación más profunda que afrontará la economía global en el siglo XXI. Así lo subrayaron Jennifer M. Granholm, ex secretaria del Departamento de Energía de Estados Unidos, y Martin Wolf, editor adjunto y columnista de economía en Financial Times, en la 21ª edición del ciclo Energy Prospectives, organizado por Fundación Naturgy e IESE Business School. Un encuentro que dejó claro que el futuro de la energía será el futuro de nuestra prosperidad.
Un cambio sistémico con impacto económico global
Martin Wolf centró su intervención en la dimensión económica y geopolítica de la transición. Señaló que, aunque el cambio hacia un sistema energético más limpio avanza, lo hace más lentamente de lo deseable y en un contexto internacional cada vez más complejo.
Entre algunas de sus ideas cabe destacar las siguientes:
- Riesgo de fragmentación: “El orden internacional se ve cada vez más alterado por el auge del populismo, un fenómeno históricamente muy dañino para las economías”, advirtió.
- Tensiones comerciales: la adopción de políticas basadas en aranceles discriminatorios y poco previsibles amenaza la estabilidad del comercio global y dificulta la toma de decisiones empresariales.
- Consecuencias climáticas: Wolf recordó que las temperaturas ya han aumentado 1,5 ºC respecto a niveles preindustriales, lo que exige acelerar la acción.
“Estamos ante una revolución comparable a la industrial, pero con una urgencia mucho mayor”, afirmó Wolf, alertando sobre los riesgos de no actuar con rapidez.
Política industrial y aceleración tecnológica
Jennifer M. Granholm aportó una visión más orientada a la innovación y la política energética. Destacó que, pese al aumento de la demanda impulsado por la digitalización y la inteligencia artificial, las proyecciones indican que será posible satisfacerla si se actúa con decisión.
Entre sus ideas más destacadas:
- Modernización de redes: “La IA puede transformar la red eléctrica y acelerar la transición energética”, afirmó.
- Inversiones necesarias: se prevé que la factura eléctrica de los hogares aumente un 20% para 2030, en parte por las inversiones en transmisión y distribución, en un contexto en el que la capacidad efectiva de la red apenas alcanza el 15%.
- Optimización inteligente: “Si logramos aprovechar las tecnologías de optimización y las herramientas basadas en IA para dirigir mejor los flujos de energía, podremos extraer mucho más rendimiento de la infraestructura existente”, concluyó.
Granholm también puso en valor el papel de la política industrial en EE. UU., donde el Inflation Reduction Act ha impulsado inversiones masivas en tecnologías limpias, almacenamiento y redes eléctricas, generando oportunidades industriales y laborales.
Conclusión: energía como eje de la transformación
Ambos expertos coincidieron en que la transición energética no es opcional, sino inevitable. Su éxito dependerá de la capacidad para combinar innovación tecnológica, políticas coherentes y cooperación internacional. Como resumen de la jornada, la idea de que la energía está en el centro de la transformación económica y social del siglo XXI.
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